El otro día quedé con mi casero, quería enseñarme cosas de la ciudad y llevarme a comer a su sitio favorito. Como trabaja para una empresa de venta y alquiler de bicicletas, que también tiene un proyecto de cooperación y lleva bicis a África, lo primero que hicimos después de que me recogiera en el apartamento fue ir a ver si encontraba algo de segunda mano, en condiciones y a buen precio. No lo encontré.
Paseamos por el barrio de Vesterbro, hasta no hace mucho con zonas similares al barrio rojo de Ámsterdam, que ahora está lleno de gente joven en las muchas terrazas y bares, montando pequeños «rastros» improvisados, o jugando al baloncesto en el bulevar de la calle principal, Sønder Boulevard. Me lleva después a la zona de los antiguos mataderos y las firmas de distribución de carne al por mayor, reconvertida -a pesar de que aún quedan algunas empresas dedicadas al comercio cárnico- en lugar de moda, con bares, discotecas, restaurantes y galerías de arte.
Tras tanto paseo ya se nos ha abierto el apetito, así que vamos al «Dyrehaven», en Sønder esquina a Valdemarsgade, a comernos un típico smørrebrød, consistente en rebanadas de pan de centeno con mantequilla, y por encima salsas e ingredientes variados. La verdad es que mi casero es un tipo bien majo (a very nice guy, just in case you read it, Morten). Se llama Morten Larsen, es danés, aunque no de Copenhague sino de Randers, en la península de Jutlandia, y tiene 37 años.
Después de comer seguimos paseando y hablando de algunas pasiones comunes: a finales de mes se va a Kenia. Entramos en la estación central de la ciudad, la mayor del país, la Københavns Hovedbanegård que como todas las estaciones antiguas del mundo -esta es de 1911- tiene un especial encanto.
La siguiente parada es en el reino de los grafiteros: la valla de muchos cientos de metros, y dos caras por supuesto, que cerraba los terrenos de una antigua fábrica, que se ha mantenido en pie sobreviviéndola y en la que es legal pintar. Justo al lado hay una central térmica, lo que hace que el conjunto sea un lugar curioso.
Según me cuenta Morten, cada cierto tiempo pintan de nuevo toda la valla para poder empezar de cero, y recogen todos los residuos acumulados,
aunque hay un famoso sillón que, al parecer, lleva ya unos cuantos años aquí,
viéndolo todo.
Cuando vamos a recoger la furgoneta de Morten, comprobamos que algunos artistas armados de sus botes de sprays de colores han roto la barrera que supone la propia valla, y han alcanzado el brazo de mar que separa las islas de Selandia y Amager sobre las que se asienta la ciudad.
De vuelta a casa, los niños juegan en el magnífico patio ajardinado que ocupa toda la parte interior de la manzana, una estructura muy habitual aquí. Además de trabajos comunales de jardínería, los vecinos hacen barbacoas con los amigos, salen aquí a cenar o tomarse una cerveza, o celebran cumpleaños.
Escribo un poco en el ordenador para que no se me acumulen demasiadas cosas,
y me voy rápido a mi camita, que mañana el sol sale a las 4:25 de la madrugada! (el miércoles 20 de junio será -fue, escribo esto el día 23- el día más largo del año, el sol saldrá (salió) a las 4:25 y se pondrá (se puso) a las 21:58: 17 horas, 32 minutos y 21 segundos por encima del horizonte; la luz, evidentemente, dura mucho más).
¡Ah! se me había olvidado contar que ya tengo una estupenda (¿?) bici de segunda mano, en la que ya he ido a trabajar los últimos días -lo que me lleva unos 35 minutos- a hacer la compra, etc.. La he comprado en la tienda de un antiguo ingeniero petrolero afgano que estudió en Bakú, las vueltas que da la vida. De momento me he ido librando de los chaparrones.
Me gusta tu bici, y … los lugares por donde puedes ir con ella. Potosa
Me encantaron tus fotos!! Gracias por compartir con la gente (que tiene el privilegio de la vista), tus hermosas experiencias. Elisabeth. Argentina.